Simulacro de incendio

La selección ganó todos sus partidos oficiales desde el Mundial y, sin embargo, hace simulacros de incendio que a estas alturas ya pueden ser confundidos con un fuego real. Por ciertos síntomas, de los cuales el mayor es la falta de rebeldía y de bronca, parece estar aburrida de sí misma, aplacada por la desmotivación que a veces sucede a los grandes éxitos y que Guardiola aún logra demorar en el Barcelona.

Del Bosque tiene muchas virtudes, pero entre ellas no está la capacidad de insuflar un ambiente general en el que los caracteres salten y chisporroteen como gambas en la sartén. No se trata de militarizar el talento, ni de marcar el ritmo con el tambor de los galeotes, pero sí de propiciar una tensión en la que las cosas importen. Lo que ha propiciado Del Bosque, con ese algo de koala enroscado a la Copa del Mundo, es una pachorra que no supo intuir que los amistosos desdeñados causarían un daño psicológico que no se repara sacando tres puntos a Liechtenstein o Lituania. Con un pleno de victorias en la fase previa, España se acerca a la Eurocopa habiendo perdido buena parte de su aureola intimidatoria y con una reputación de andar floja de espíritu competitivo, de no ser capaz de ganar a una gran selección clásica -sus pares en la aristocracia de la estrella-, y de haberse empequeñecido en una versión retórica, tediosa, de su juego que la degrada a campeón de fogueo. Y todo por no haberse tomado en serio los putos amistosos, que los rivales jugaron con unos estímulos de gran final. España ha sido paseada por diferentes sedes, históricas y menores, como un forzudo de barraca de feria que aceptara desafíos. Allá donde se cruzó con un rival directo, dejó un equipo con la autoestima agigantada, y por tanto más peligroso en la Euro o el próximo Mundial. Y todo mientras Del Bosque tiraba de papada neoborbónica y de bondad natural después de cada derrota, de cada espectáculo de displicencia, incluso en Wembley: quien no tenga ganas en Wembley -contra Argentina, o contra Italia- debería retirarse. Y que avisen cuando vayan a cometer absentismo laboral, porque podría haber echado el par de horas en el cine, cosa, por cierto, que haré durante el infumable paripé pecuniario de Costa Rica, mira que está lejos Costa Rica, ¿pero qué hacen esos chicos en Costa Rica en vísperas de clásicos y derbis?

No ignoro que la propia competición impondrá otra temperatura, y que, en la Euro, a los jugadores de la selección hasta les molestará encajar un gol y se revolverán contra la derrota. Pero, en ocasiones, el fútbol debería aprender del rugby la importancia concedida a los amistosos, que viene de cuando no había Mundial y sólo así llegaban a enfrentarse los campeones de ambos hemisferios sin nada en juego salvo el nombre. Nada menos que el nombre, lo que España ha ido perdiendo a pedazos, abrasado como un meteorito al entrar en la atmósfera, desde la caída por goleada en El Monumental de Buenos Aires.

Lo que no arreglará el vértigo de la competición es la dificultad española, ante rivales poderosos -Liechtenstein no cuenta-, de llegar a la red. La barbaridad de juego que el equipo debe elaborar por cada gol, y esto cuando lo mete, porque a menudo se queda a cero aun con posesiones abrumadoras que son engañosas porque las concedió el planteamiento del rival. Como en el Mundial, cuando España dejó como impronta el 1-0 recurrente, con esos goles tan categóricos como los escasos árboles que Borges vio en el páramo castellano, España necesita tirar paredes, aumentar la dificultad de los propósitos, prácticamente meterse en el área chica con la pelota en equilibrio sobre la nariz, como en un show de focas amaestradas. Inglaterra traza un balón parado del más gastado manual, y con eso le alcanza. Los expertos dirán si el problema viene de que no se frecuenta el disparo lejano -también al Barcelona le parece una vulgaridad patear duro y desde lejos en vez de exagerar el manierismo-, de que hay ultimadores en baja forma, de que los volantes no llegan como antaño, o de que carecemos de un 9 puro, y su llegada está tapada por ese sueldito Nescafé a los servicios prestados que ya son las convocatorias de Torres.